“EDUARDO ARROYO. TRÍPTICO. TEATRO, ARTE Y LITERATURA”
EN EL TORREÓN DE LOZOYA
10 septiembre – 18 noviembre 2018
- La muestra reúne una interesante selección de obras del artista en los terrenos de la escultura, la obra gráfica, la escritura y la escenografía.
- El proyecto expositivo se enmarca dentro del programa de artes plásticas que ha desarrollado el Hay Festival, contando con la colaboración y patrocinio de Acción Cultural Española y la Fundación Caja Segovia
Información de interés
Título de la exposición: “Eduardo Arroyo. Tríptico. Teatro, Arte y Literatura”
Lugar: Torreón de Lozoya. Salas del Palacio (Pl. de San Martín, nº 5. Segovia)
Fechas: Del 10 de septiembre al 18 de noviembre de 2018
Horario: De martes a viernes, de 18:00 a 21:00 horas. Sábados y festivos: de 12:00 a 14:00 y de 18:00 a 21:00 horas. Lunes cerrado.
Apertura al público: Lunes, 10 de septiembre de 2018, a las 19:00 horas.
Comisariado: Fabianne di Rocco
Coordinación: Rafael Ruiz Alonso
Producción y montaje: Grupo Ink
Organiza: Hay Festival
Patrocina: Acción Cultural Española y Fundación Caja Segovia
Contenido: La exposición reúne más de medio centenar de piezas, integradas por esculturas, obra gráfica y libros, contando además con fotografías y proyecciones de algunas de sus escenografías para teatro y el documental “Arroyo. Exposición individual” de Alberto Anaut.
A partir del 10 de septiembre de 2018, el Hay Festival Segovia inaugura las exposiciones que, con este motivo, se celebrarán en distintas salas y museos de toda la ciudad. Sobresale entre ellas la muestra que acogerá el Torreón de Lozoya-Museo de la Fundación Caja Segovia, dedicada al artista Eduardo Arroyo, quien, después del reciente éxito cosechado en la Fundación Maeght en Saint-Paul-de-Vance y en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, reaparece en el panorama expositivo con otra interesante propuesta: “Eduardo Arroyo. Tríptico. Teatro, Arte y Literatura”.
Con el comisariado de Fabianne di Rocco y los patrocinios de Acción Cultural Española y de la Fundación Caja Segovia, la exposición reúne más de medio centenar de piezas, integradas por esculturas, estampas, libros y proyecciones de producciones teatrales y operísticas que han contado con escenografías de Eduardo Arroyo, así como del documental “Arroyo. Exposición individual” que realizó Alberto Anaut, con producción del Círculo de Bellas Artes de Madrid, estrenado en 2012.
EL ARTISTA
Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) es una de las figuras fundamentales de la llamada “Nueva Figuración” o “Figuración narrativa”.
Nacido en Madrid, pero de raíces leonesas, Eduardo Arroyo comenzó su carrera artística en París, en 1958, tras haberse licenciado en periodismo. No se trató de un viaje de formación, sino de una forzada salida, fruto la imperiosa necesidad de alejamiento de la asfixiante atmósfera que generó la Dictadura. Aunque la idea inicial de este autoexiliado era dedicarse profesionalmente a la literatura, acabó pronto desembocando en la pintura, subsistiendo inicialmente como dibujante de aceras y retratista.
Su primera oportunidad le llegó en 1960 cuando fue animado a participar en el Salón de la Joven Pintura, en un momento en que comenzaba a perfilarse una nueva corriente artística, opuesta a la abstracción, precisamente en el periodo de mayor auge del Informalismo: la “Nueva Figuración”, tendencia internacional de amplio espectro en la que tuvieron cabida desde propuestas neo-expresionistas hasta el Arte pop, todo un recorrido que rápidamente llevó a cabo Arroyo hasta configurar un estilo propio, aunque siempre se mantuvo en continua evolución.
Arroyo participará activamente en la consolidación de la Figuración Narrativa, aportando a su panorama una producción caracterizada en buena medida por sus contenidos críticos y satíricos contra el régimen franquista y los totalitarismos, en una suerte de visión de la España Negra en la que tuvieron cabida dictadores, toreros, monarcas, bailaoras o cardenales. Sus retratos de “Los Cuatro Dictadores” (expuesto en la III Bienal de París de 1963) constituyen toda una declaración de principios e intenciones por parte de un artista inconformista y comprometido. Otras muchas obras, de largos y explícitos títulos como “Sama de Langreo (Asturias), septiembre de 1963. La mujer del minero Pérez Martínez, Constantina, llamada Tina, es rapada por la policía” (pintado en 1970), evidencian su infatigable labor de denuncia contra el régimen de Franco. Al mismo tiempo, su pintura desarrollará una actitud crítica hacia los convencionalismos sociales y las imposiciones culturales, utilizando para ello una serie de registros intelectuales y plásticos que versátilmente se movían con agilidad desde la ironía a la parodia, desde la apropiación de iconos e imágenes bien conocidas a la caricatura. Son célebres en esta línea de trabajo, revisora de las vanguardias, las obras que dirigió contra figuras consolidadas, consideradas intocables, como Marcel Duchamp (en un ciclo de pinturas colectivas), Joan Miró o Salvador Dalí, así como la serie “pintores ciegos”, en la que enjuicio el propio oficio de pintor.
A la muerte del dictador, la difícil reinserción de los exiliados en la sociedad española, incluyendo la suya propia, le llevó a realizar intensas series y obras (“Reflexiones sobre el exilio”, varias piezas dedicadas a Francisco Blanco White, “Regreso de Companys a Barcelona”…), en las que abordó cuestiones como la presión política, el sentimiento de apátrida, la injusticia o la desolación de quien se siente extraño en su propia casa. Al mismo tiempo, se interesa por personajes a quien nadie prestaba atención o que eran directamente marginados como los boxeadores o los deshollinadores, sobre los que construye metáforas que atañen a otras luchas, caso de las que libra el artista con el lienzo o consigo mismo.
Los años ochenta marcan su regreso definitivo a España, el reconocimiento de su obra en nuestro país, al tiempo que nuevos rumbos para sus temas, en los que aparecen con fuerza asuntos de gran diversidad, que igual atañen al cine negro americano que a españoladas tan sonadas como las sardinas que Carmen Amaya y su compañía asaron en el exclusivo hotel Waldorf Astoria. La temática española tendrá continuidad hasta nuestros días, sumándose a su universo, a partir de los noventa, los temas relacionados con la literatura, la cultura y las artes. No por ello pierde Arroyo un ápice de su interés por la actualidad, vista siempre desde su perspectiva irónica y su espíritu crítico. Destaca en su producción reciente una enorme galería de retratos de personajes históricos o literarios, incluyendo su propia metáfora personal en una de sus últimas obras más celebradas por la crítica, “Le retour des croisades”.
La obra de Eduardo Arroyo tiene por tanto un inseparable componente biográfico, insertado plenamente en el devenir su tiempo y en el papel activo del artista.
Precisamente, el término “artista”, o mejor aún, “creador”, definen de un modo más preciso a Eduardo Arroyo, puesto que en paralelo a su faceta de pintor, ha desarrollado una amplia producción en terrenos como la escultura, la cerámica, la ilustración, la escenografía, la estampa y el cartel, a los que se añaden sus propias obras literarias.
En este perfil multidisciplinar de Arroyo, asumido por él mismo con una gran humildad (según ha declarado, “Frente a este mundo, cada vez más especializado, hay que tener una actitud más amateur, y no ser especialista de nada”), hace hincapié la presente exposición, donde, ensambladas como en un tríptico, se presentan unidas las facetas del teatro, el arte y la literatura. La muestra recorre un largo camino cronológico, puesto las obras expuestas abarcan desde la década de los sesenta hasta el pasado año, testimonio de una insaciable curiosidad, de una admirable versatilidad y de una enorme capacidad creativa.
EL TEATRO
En 1967 el actor y director de teatro Klaus Michael Grüber, quien había visitado una exposición de Eduardo Arroyo en Milán, le propuso colaborar con él realizando el decorado de “Off Limits”, obra de Artur Adamov, para el Piccolo Teatro de aquella ciudad.
Se iniciaba así una estrecha y fructífera colaboración, casi en exclusiva, en la que Arroyo encontró una gran complicidad: “Trabajo casi exclusivamente con Grüber, porque me es difícil hacerlo con otras personas. Si me invita a hacer Aida, o Tristán, no me dice cómo le gustaría que fuese cada uno de los actos; ni sugiere si lo deberíamos hacer más o menos moderno, darle un sesgo diferente o huir de ciertas cosas. Lo que, supongo, hablan los directores de teatro con el decorador. Yo, que no soy decorador, le digo, en una conversación, sin dibujar, qué quiero hacer. Él materializa la charla y me la restituye en espectáculo. Desde ese momento, me convierto en un arquitecto en libertad”.
A aquella primera experiencia seguirían más de una veintena de montajes por ciudades como Berlín, París, Múnich, Frankfurt, Salzburgo, Madrid, y un largo etcétera, que han terminado por convertir a Arroyo en uno de los grandes escenógrafos europeos. Probablemente sea también uno de los escenógrafos menos convencionales, declarando abiertamente que huye de pintar telones, alejándose en estos trabajos de su pintura, para concebir una puesta en escena que se ajustaría más al término de “instalación”. Sobre su proceso creativo, en el que evita crear maquetas y realiza muy pocos dibujos, ha manifestado que se trata de una labor conjunta: “El que marca las pautas es Grüber y en el proceso nunca me dice lo que quiere. A través de las charlas se van armando las escenas y se materializan. Es como hacer vivir una casa que te encargan como arquitecto, llenar de vida ese espacio”.
Entre las obras de teatro y óperas que han contado con escenografías de Arroyo destacan: “Off Limits” de Artur Adamov (1968 y 1972), “Wozzeck”, de Alban Berg (1971), “En la jungla de las ciudades” de Bertolt Brecht (1973), “Las Bacantes” de Eurípides (1974), “Rojo como la sangre”, obra de Claude Régy (1974), “Faust-Salpêtrière”, a partir de la obra de Goethe (1975), “La Walkiria”, de Richard Wagner (1976), “El arquitecto y el emperador de Asiria” de Fernando Arrabal (1977), “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca (1981), “Nostalgia” de Franz Jung (1984), “La Cenicienta”, de Rossini (1986), “Bantam”, obra escrita por el propio Eduardo Arroyo (1986 y 1987), “La muerte de Danton” de Georges Büchner (1989), “Edmond” (1990), “Splendid’s”, de Jean Genet (1994), “Madre lívida, tierna hermana” de Jorge Semprún (1995), “Tristán e Isolda” de Richard Wagner (1999 y 2000), “Aída” de Giuseppe Verdi (2000), “Don Giovanni” de Wolfgang Amadeus Mozart (2002) o “Desde la casa de los muertos” de Leos Janácek (2005), que supuso su primera experiencia teatral en España.
La exposición incluye la proyección de varias secuencias, correspondientes a algunos de estos montajes, entre ellos “La Walkiria”, “Tristán e Isolda”, “Las Bacantes” o “La muerte de Danton”.
EL ARTE: ESTAMPA Y ESCULTURA
La obra gráfica constituye otra de las grandes facetas de Arroyo, habiendo trabajado con procedimientos
como la litografía, el buril, el aguafuerte y la xilografía, realizando piezas en paralelo a su actividad pictórica.
La muestra del Torreón de Lozoya ofrece cinco importantes trípticos, realizados entre 1992 y 2017: “Retrato de Walter Benjamin o La Teoría de la Cortina de Humo”, “Madrid-Paris-Madrid”, “Granada”, “Waldorf Astoria” y “Delacroix”, en los que se abordan algunos temas expuestos anteriormente, como el retrato de grandes personajes históricos o de ficción, la anécdota “españolísima” de Carmen Amaya en el Waldorf Astoria de Nueva York o los tipos derivados de la estética del cine negro americano.
Un total de 35 obras ofrecen en la exposición un completo recorrido por el apartado de la escultura. Varias de ellas, correspondientes a los años ochenta, constituyen una curiosa y ecléctica galería de cabezas de mujeres españolas y extranjeras, históricas y ficticias, como la Dama de Elche, Anita Garibaldi (esposa de Giuseppe Garibaldi), la bailaora Carmen Amaya, la reina Doña Urraca, el personaje de Esmeralda Clamores (creado por Luis Figueroa Ferretti), la Princesa de los Ursinos, la cantante y actriz Juanita Reina, La Maja Desnuda, “María Antoñeta”, la Princesa de Éboli, la cantante Martirio, Bécassine (un personaje de cómic) o la serie “Cola de caballo”. Algunas de ellas son piezas de fundición en bronce, otras de acero corten y materiales diversos, si bien, muchas parten en su confección de lo que el azar pone a disposición del artista, de objetos encontrados cargados de sugerencias, manteniendo una cierta relación con los “objets trouvés” surrealistas o los “ready-made” de Marcel Duchamp.
La producción escultórica de Arroyo se ha mantenido desde entonces dentro de un eclecticismo matérico que ha aplicado a una serie de motivos recurrentes como el “Unicornio”, la “Vanitas”, las moscas o el personaje de Fantomas, a los que se une el retrato de grandes figuras de la cultura, reales o de ficción, como “Platón” o “Kafka” –presentes en la muestra-, así como el de personajes que participan del particular universo de Arroyo, caso de “Arthur Cravan después de su combate contra Jack Johnson”, en el que, una vez más, se pone de manifiesto el enorme interés de Eduardo por el boxeo. Este deporte, en la obra de Arroyo, se vincula con el arte, con el oficio de pintor; boxeador y artista se enfrentan con el estilo, la soledad, la luz y la sombra. Arroyo ha escrito que el ring es como el lienzo blanco.
LITERATURA
“Dentro de mí –escribe Arroyo- lo que yo siempre he tenido ha sido verdadera pasión literaria y la sigo teniendo. Paso más tiempo en las librerías que en los Museos. Y a mi manera, siempre la seguiré practicando, una literatura con minúscula porque los pintores tenemos una manera de abordarla. Soy un pintor que escribe. Siento una gran curiosidad, una necesidad de tener un contacto permanente con la lectura y contacto físico con los libros, aunque no sepa a dónde vaya, aunque ni sé si quiero ir a algún sitio”.
A pesar de que Eduardo Arroyo optara por centrar su futuro en el medio artístico, lo cierto es que nunca abandonó sus inclinaciones literarias, habiendo sido autor de biografías, ensayos, panfletos políticos, una obra de teatro, una guía del Museo del Prado, artículos en prensa, relatos autobiográficos, etc.
La muestra recoge varios testimonios de este quehacer, con obras como “España, il poi viene prima” (su primera obra, publicada en 1973), “Bambalinas”, “Panama al Brown 1902-1951”, “Trente cinq ans après”, “Minuta de un testamento” (que será reeditado próximamente por la editorial Taurus), “Un día sí y otro también”, “Bantam”, “El trío calaveras: Goya, Benjamin, Byron boxeador”, “Sardinas en aceite” o “Los bigotes de La Gioconda”, donde aborda monográficamente el recurso pop del pastiche.
De estos y otros temas versarán los encuentros que durante el sábado 22 y el domingo 23 de septiembre mantendrá Eduardo Arroyo en el Patio de Árboles del Torreón de Lozoya, con personalidades como Miguel Zugaza, Fernando Sabater, Jesús Ruiz Mantilla, Lara Siscar y José Luis Gómez.
La exposición podrá contemplarse en las Salas del Palacio del Torreón de Lozoya hasta el próximo 18 de noviembre.